lunes, 2 de febrero de 2015

ESCUCHA ACTIVA


La escucha activa es una técnica y estrategia específica de la comunicación humana. Rost la definió como «un término genérico para definir una serie de comportamientos y actitudes que preparan al receptor a escuchar, a concentrarse en la persona que habla y a proporcionar respuestas (feedback





Pero, ¿Cómo lo podría hacer?

La escucha es una habilidad que podemos adquirir con un poco de ganas y de práctica. Para ayudarte a mejorar tu comunicación, Elizabeth Bernstein, un valioso resumen de las fases de una buena escucha activa:

  • Busca indicios de que una persona quiere hablar y señala tu disposición para escuchar. “Cuando mi esposa quiere hablar, cierro la computadora para mostrar que le estoy dando toda mi atención y así también evito distraerme con la pantalla.”
  • Deja que la otra persona pueda explicar lo que está en su mente. Reconoce la realidad de sus sentimientos. Este es un paso clave. Cuando empezamos a reconocer los sentimientos de otras personas, entonces podremos mejorar nuestra comunicación.  Es importarte recordar que no debemos negar los sentimientos como: ira, irritación, miedo o repugnancia; en cambio puedes verbalizar el punto de vista de la otra persona: ¨te sientes aburrido¨, ¨usualmente disfrutas de esto, pero ahora mismo no estás de humor¨. Este paso es más difícil de lo que parece y requiere de un poco de entrenamiento. Pero es importantísimo que lo hagamos.
  • Anima a la persona a que elabore más lo que está contando, a través de preguntas abiertas, haciendo ruidos de escucha, sentado de una forma en que muestres atención o haciendo contacto visual.
  • Parafrasea lo que la otra persona esta diciendo, esto te ayudará a demostrar que entiendes su punto.
  • Haz preguntas y escucha para tratar de ayudar a encontrar una posible solución al problema que la persona te plantea. Pero recuerda, no te apresures a buscar una solución.
Los expertos dicen que 
somos por naturaleza 
malos escuchando

Y ¿Qué es lo que podría evitar?

No distraerse.
No interrumpir al que habla. Espera a que la otra persona te dé paso, aunque no estés de acuerdo con lo que dice.
No juzgar. Por arte de magia, si no juzgas, empieza a ver que no te juzgan.
No ofrecer ayuda o soluciones prematuras.
No rechazar lo que el otro siente (“Eso no es nada”)
No contar tu historia cuando el otro necesita hablarte .Recuerda que nadie escarmienta en cabeza ajena. Además, si te está contando algo es para que entiendas su problema y, si cuentas tu historia estaréis centrándoos en la tuya.
No contraargumentar (“Me siento mal” – “Y yo también”).
Evitar el “síndrome del experto”, es decir, tener la respuesta antes de que el otro cuente todo.
No rechazar las emociones que el otro manifiesta. Las emociones son reacciones automáticas que frecuentemente se dan en determinadas circunstancias; pero que no son obligatorias y no las controlamos. Por eso, decir a una persona que no debería sentir lo que siente implica un reproche sobre una conducta sobre la que la persona no tiene control. Hay que tener en cuenta que no está en su mano modificar ese sentimiento.
No solucionar el problema. Quien te lo está planteando quiere compartirlo contigo, pero él (ella) es la responsable de solucionarlo. Tú solamente puedes escuchar y dar tu opinión.
No des un consejo que no te hayan pedido.
No descalifiques cuando des tus opiniones.


Espero que te sirva de ayuda



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