El Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, por sus siglas
en inglés) contiene la clasificación de las enfermedades mentales según la
Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y se usa en todo el mundo para decidir quién padece una enfermedad mental y
quién no.
El doctor Allen Frances (1942), catedrático emérito de la Univesidad de Durham, dirigió la penúltima edición de la conocida como “Biblia de la psiquiatría”, el DSM IV. Entonces, trató de elevar los criterios bajo los cuales se puede calificar a alguien como enfermo mental. Pero no lo consiguió. El DSM IV se empezó a utilizar, a juicio de Frances, de forma incorrecta para hacer explotar la burbuja de la inflación diagnóstica y la medicación. Hoy, sobre todo en EEUU, las cifras son preocupantes: el 20% de las personas toman un medicamento psiquiátrico a diario y una cuarta parte de la población tiene un diagnóstico de enfermedad mental.
Aunque a Frances no le hacía ninguna gracia el nuevo DSM, no tenía intención de criticarlo públicamente (la polémica sería enorme entre los psiquiatras, tratándose del director de la anterior edición), pero tras una fiesta de la asociación cambió de opinión. “Me horrorizaba el ingenuo entusiasmo de las personas que trabajaban en el DSM 5. Donde ellos veían magnificas oportunidades yo veía graves riesgos”, reconoce Frances en su nuevo libro, ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel), que acaba de publicarse en España. El nuevo DSM iba a ser un desastre, y su antiguo director se decidió a tomar partido.
Ayer Frances
visitó Madrid y fue muy claro: si el DSM 5 tiene éxito (algo que aún está por
ver) el 81% de la población de entre 11
a 21 podría ser diagnosticada con una enfermedad mental. La
inflación diagnóstica puede llegar al absurdo. Y el psiquiatra cuenta con
numerosos ejemplos.
“Con el nuevo
DSM –explica Frances–, tan sólo dos
semanas después de que alguien pierda a un ser querido, un médico puede
diagnosticar depresión clínica. Si alguien tiene síntomas propios del
duelo no va a acudir a un psiquiatra, va a ir al médico de cabecera, que en
Estados Unidos pasa de media 7 minutos con cada paciente, cifras que no serán
muy distintas a las de España. Quizás ni siquiera conozca al paciente bien”. No
importa, asegura el psiquiatra, en un momento podrá (con el manual en la mano)
decir que tiene depresión y recetarle antidepresivos. Y la situación se repite
con numerosos trastornos que, desde la publicación del nuevo DSM (en mayo de
2013), son mucho más sencillos de diagnosticar.
Y no hay que
ser un genio para darse cuenta de que el
verdadero beneficiado de esta nueva situación es la industria farmacéutica.
“Las farmacéuticas están alertando ya a los médicos que la depresión debe ser
diagnosticada en personas que están pasando un duelo”, asegura Frances. “Es
parte de su campaña de promoción”.
Una deriva muy peligrosa
En su opinión,
aunque el nuevo DSM 5 genere enormes beneficios para las farmacéuticas, estas
no están detrás de sus errores. Es más
bien el ego y la falta de perspectiva de los psiquiatras lo que ha
provocado todo esto.
“Conozco muy bien a la gente que ha trabajado
en el DSM 5 y no creo que tengan un interés sea ayudar a las farmacéuticas”,
asegura Frances. “Es gente de buen corazón que ha tomado decisiones muy
estúpidas, pero no por la presión de las farmacéuticas, sino porque han sobrestimado la importancia de su campo
de estudio, sin darse cuenta del daño que puede hacerse cuando las cosas
que pueden funcionar para ellos en la universidad se lleven a la práctica
clínica”.
Si las
farmacéuticas hubieran pagado a los profesionales por redactar el DSM
estaríamos ante un escándalo mayúsculo. Pero lo que han logrado es casi peor,
ya que está más arraigado: han conseguido que todos (médicos y pacientes)
creamos que las drogas son la única solución a nuestros problemas. “Esta
colosal industria está lavando el
cerebro a todo el mundo para que tomen pastillas, aunque no las necesiten”,
explica Frances.
El psiquiatra
insiste en que las farmacéuticas no han tenido ninguna influencia directa en el
DSM –“no es así como van las cosas”–, pero una vez publicado van a exprimir sus
posibilidades hasta la última gota: “Miran
hasta los márgenes, buscando cómo pueden usar los diagnósticos en su provecho.
Las farmacéuticas tienen millones de dólares, y la más brillante mercadotecnia,
a la espera de encontrar cualquier nuevo trastorno para convertirlo en moda.
Así ocurrió con el TDAH, con la depresión, con el desorden bipolar… Tomaron la
definición, que funciona bien si se usa con cautela, y la hicieron confusa en
la práctica general”.
Un problema que afecta a toda la medicina
Para Frances,
la inflación diagnóstica no es exclusiva de la psiquiatría, es común a toda la
práctica médica y es algo que debería preocuparnos. Mucho. “Si tienes 60 años y
eres mujer, es casi imposible no tener osteoporosis, porque la definición de
unos huesos ‘normales’ está basada en los huesos de las mujeres de 20 años”,
asegura el psiquiatra. “Se ha
patologizado todo”.
A
las farmacéuticas no les interesa desarrollar antibióticos que la gente sólo va
a tomar dos o tres días, pero van a hacer todo lo posible para vender
medicamentos a los niños, porque serán consumidores para toda la vida
Pero si esto
ocurre con todos los campos de la medicina, cuando hablamos de enfermedad
mental la cosa se complica. “En
psiquiatría no hay análisis de sangre para saber si una persona es normal o no”,
explica Frances. “Si la línea que separa a las personas a las que se les puede
diagnosticar un trastorno y las que no se desplaza aunque sea un poco, y puedes
presionar para que eso ocurra, la diferencia es de millones de pacientes”.
El ejemplo
más claro de esta vergonzosa inflación diagnóstica es el trastorno por déficit
de atención con hiperactividad (TDAH).
“La forma más fácil de predecir que un niño va a padecer TDAH es su cumpleaños”,
explica Frances. “Si eres el niño más pequeño de tu clase, tienes el doble de
posibilidades de padecerlo que si eres el más mayor. Estamos transformando la
inmadurez en enfermedad, y en vez de tratarla en clase, estamos gastando
millones de dólares en medicamentos”.
“Desde la
perspectiva de la industria farmacéutica –continua Frances– esto es genial. No
hay mejor cliente que un niño. A las farmacéuticas no les interesa desarrollar
antibióticos que la gente sólo va a tomar dos o tres días, pero van a hacer todo lo posible para vender
medicamentos a los niños, porque serán consumidores para toda la vida”.
Medicamentos que, en numerosas ocasiones, causan más problemas de los que
resuelven. “Los antipsicóticos hacen a los niños muy gordos”, explica
el psiquiatra. “Ya tenemos una epidemia de obesidad infantil que
provoca diabetes y muerte prematura”.
Hay espacio para el optimismo
Para Frances
la solución a este problema es bien sencilla: hay que limitar el poder de las farmacéuticas y promover una vuelta a la
práctica clínica racional, humanizada. “Cualquier problema múltiple se
resuelve de forma más efectiva a través de la psicoterapia que a través de la
medicación”, asegura el psiquiatra. “Sí, es más barato dar drogas a un paciente
en los primeros meses, pero si tiene que estar medicado toda la vida es muy
caro. Si pensamos en la vida de los pacientes es mejor gastar dinero en
diagnósticos más precisos y cuidadosos y en psicoterapia, y menos dinero en
aumentar los diagnósticos y la medicación”.
Los
doctores están prescribiendo narcóticos como locos, y la industria está
empezando a ser más peligrosa que los cárteles de la droga
El psiquiatra
pide sentido común en la práctica médica, y mano dura con las farmacéuticas. “A veces, cuando la situación se vuelve
indignante, acaba ganando el sentido común”, asegura Frances, que cree
que se puede luchar contra ciertos comportamientos de la industria farmacéutica
al igual que se acabó con el tabaquismo: presionando a los Gobiernos para que
establezcan unas regulaciones más duras.
“Las
farmacéuticas venden una píldora para tratar la hepatitis C por miles de
dólares a Europa y luego venden la misma píldora a Egipto por 10 dólares”, afirma
Frances visiblemente enfadado. “La
gente tiene que empezar a darse cuenta de que esta gente no son nuestros
amigos. No es gente que se preocupa por nosotros: se preocupan por
sus beneficios, y debemos ser escépticos y controlarlos. Los doctores están
prescribiendo narcóticos como locos, y la industria está empezando a ser más
peligrosa que los cárteles de la droga, y ya está causando más muertes. Esto es
tan indignante que el cambio tiene que ser inminente”.
FUENTE
BIBLIOGRAFIA - http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-09-09/la-industria-farmaceutica-esta-causando-mas-muertes-que-los-carteles-de-la-droga_188426/
IMAGEN - http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/ec/DSM-5_%26_DSM-IV-TR.jpg
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